Luis Bedoya Reyes: El Social Cristianismo y el Perú (20/02/1919 - 18/03/2021)
Luis Bedoya Reyes:
El Social Cristianismo y el Perú
(20/02/1919 - 18/03/2021)
Oscar Maúrtua de Romaña *
El doctor Luis Bedoya Reyes perteneció
al grupo de personas que ha dejado un legado invaluable dentro de la política
nacional, reflejada tanto en democracias como dictaduras instauradas en nuestro
país. Desde sus inicios el doctor Bedoya, buscó mantener sus ideales
socialcristianos y ponerlos en práctica dentro de la política nacional e internacional,
lo cual se vio reflejado con sus múltiples participaciones en importantes
Reuniones de Demócratas Cristianas en América y posteriormente en la fundación
del Partido Popular Cristiano (PPC). El populismo en América Latina fue
comúnmente caracterizado como una noción política de enfrentamiento entre el
pueblo y la élite, noción que Bedoya Reyes claramente rechazó y que en su lugar
reemplazó por la económica social de mercado como base del crecimiento
económico y social nacional.
Luis Bedoya perteneció a esa clase de
políticos experimentados que han tenido la oportunidad de poner en práctica el
ideario político que defienden. Por más de medio siglo realizó múltiples
esfuerzos para otorgar al socialcristianismo una base doctrinaria sólida.
Su relación con el ideario social de la
Iglesia empezó desde su niñez cuando estudiaba las encíclicas en el Centro
Católico de Miraflores. En sus años universitarios, fue nombrado delegado
peruano al Congreso Mundial de Estudiantes de Pax Romana realizado en los
Estados Unidos en 1939. Durante su juventud fue un activo militante de Acción
Católica y colaboró con el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero. En 1956
participó con Héctor Cornejo Chávez, Ernesto
Alayza Grundy, Mario Polar Ugarteche, y otras personalidades del movimiento
socialcristiano peruano, en la fundación del Partido Demócrata Cristiano, como
una verdadera alternativa entre el marxismo-leninismo y el liberalismo clásico.
Las acentuadas diferencias al interior
del partido, llevaron a Bedoya a liderar la creación de uno nuevo que se oponía
a comprometer el orden constitucional en aras del desarrollo nacional. Desde
ese entonces, el Partido Popular Cristiano (PPC) ha conseguido
edificar una organización partidaria que le ha permitido sobrevivir los
cambios de gobierno y las tumultuosas etapas de la política peruana del siglo
XX. La tarea no fue nada fácil: primero, convertirlo en un partido a nivel
nacional y de masas y, después, insertarlo en la contienda real por el poder,
con toda la flexibilidad y capacidad de gestión que ello requiere. El partido
que Bedoya fundó y lideró por más de tres décadas, no adquirió tintes
caudillistas ni personalistas. Este hecho es muy significativo en un sistema de
partidos como lo es el peruano, pues parafraseando a Sir. Winston Churchill “la
falla de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino
importantes “.
Dos de los ejes del Partido Popular
Cristiano son la defensa moral de la libertad individual y la defensa
irrestricta del Estado de Derecho. Esta ideología política, de rechazo a
la usurpación de poder y de defensa de los derechos ciudadanos, estuvo
acompañada de hechos concretos. Durante su gestión como exitoso Alcalde de Lima
puso el pabellón a media asta en señal de duelo cuando Fernando Belaunde fue
derrocado y se granjeó la ojeriza del gobierno militar.
Restaurada la democracia, no aceptó la
oferta de presidir la Asamblea Constituyente 1978-1979, en la que tuvo un papel
muy influyente, para que tal honor lo asumiera el líder aprista Víctor Raúl
Haya de la Torre, a quien la izquierda rechazaba. Comprometió su apoyo al
segundo gobierno de Belaunde, a sabiendas del costo político en juego. En 1987,
cuando el presidente Alan García intentó estatizar la banca, Bedoya fue uno de
los primeros en salir a protestar y condenar tal acción. Consciente de la
dramática situación económica y social en la que se hallaba el país en 1990, no
escatimó su respaldo a Vargas Llosa, aunque ello significó relegar
definitivamente sus aspiraciones presidenciales.
Ya con Fujimori en el poder, se mantuvo
en el flanco opositor a pesar de las coincidencias en materia económica y apoyó
en 1998 los esfuerzos de su partido por someter su segunda reelección a
referéndum. En el año 2000, brindó su apoyo a la “Marcha de los Cuatro Suyos”
que lideró Alejandro Toledo para defender la democracia, ratificando
que Bedoya, es uno de los pocos demócratas, a carta cabal,
que tuvo el Perú.
Merece destacarse otra de las improntas
que le es peculiar al pensamiento de Bedoya: la gradualidad. En efecto, la
gradualidad, para el fundador del PPC, representa un principio según
el cual se ordenan las aspiraciones de desarrollo y bienestar común, en la
medida que los reconoce posibles solo mientras sigan un patrón de pasos escalonados
y avances progresivos.
De haber prevalecido el sistema
democrático que se vio abruptamente interrumpido por el golpe militar de 1968,
Bedoya estaba llamado a competir en los comicios de 1969; y, es de dominio
público que habría llegado a ser elegido como Presidente de la República. En
cambio ha legado a la vida política nacional un partido organizado y con
cuadros competentes que contribuyen al desarrollo nacional. Más aun, en un país
sin instituciones sólidas y por ende sin partidos estructurados, el suyo, el
Partido Popular Cristiano (PPC) es una elaborada expresión de la doctrina
demócrata cristiana, la misma que ha presidido la ODCA a nivel continental.
Anécdota
Precisamente nos cuenta Bedoya, en una
carta publicada que le dirige al Secretario General de la Organización
Cristiana de América (ODCA), José Rodríguez Iturbe, de un recuerdo de la
Segunda Reunión Demócrata Cristiana de Montevideo a la que asistió representando
al Perú que sufría la dictadura del general Odría. ¡Presente! Gritó desde la
puerta de ingreso al Club Católico local de la Unión Cívica, el 25 de Julio de
1949. Se instalaba la asamblea y pasaban lista. Venía él (Bedoya) en barco
desde Buenos Aires de visitar a don José Luis Bustamante y Rivero presidente
del Perú en el exilio. Dura circunstancia la de “El Patricio”. Señala Bedoya
que en su modesto departamento de la calle Córdova lo acompañó a lavar el
servicio después de un sencillo almuerzo. La señora María Jesús, su esposa,
convalecía del accidente de aviación que acompañó su viaje al destierro y aun
no podía valerse por sí misma. En mi vida – señala Bedoya- siempre ha estado
presente la entereza cívica y el testimonio de conducta de este hombre que
llegaría después a presidir la Corte de Justicia Internacional de la Haya y a
concitar respeto y afecto sin excepción. Gracias a él –dice Bedoya- habíamos
conjuncionado esfuerzos que culminarían años después con la fundación del
Partido Demócrata Cristiano.
Enseguida reproduzco un párrafo del
Patriarca Bedoya:
“No me esperaban ya en Montevideo. Me
detuvieron en el ingreso pues yo venía apresurado desde el barco cargando mis
maletas y nadie me conocía. Pasaban lista y al mencionar PERU grite desde la puerta
y avancé por el corredor central. Solo traía copia de las cartas de Dardo
Regules y de Manuel Ordoñez. Reinstaladas las dictaduras militares en varios
países de América ese congreso nuestro parecía, a ratos, reunión de
conspiradores. Varias exposiciones –la mía entre otras- se hicieron en sesión
reservadas. Más de uno de nosotros corría el riesgo de no poder retornar a su
país. La democracia triunfadora en América en 1945 había durado lo que una
primavera fugaz. Pero acompañando nuestra media voz y nuestros temores, cuanta
ilusión, cuanto calor, que grande esperanza. En esa reunión nació ODCA y
alentándonos unos a otros, todos comenzamos a trabajar en nuestros planes”,
concluye Bedoya”.
Así como la ODCA nació oficialmente en
la reunión de Montevideo en 1949, la IDC se inicia, prácticamente, por acuerdo
de la conferencia de Paris de 1956. Bedoya estuvo en ambos alumbramientos.
El Populismo en América Latina
Es conocido que entre las
características del populismo tenemos: una noción de política como el enfrentamiento
entre pueblo y élite; una conducción carismática basada en una relación directa
entre el líder y el pueblo y en las habilidades de comunicador del primero;
nacionalismo extremo; la figura del enemigo externo en la forma del poder
imperial que busca someter a los pueblos; confusión entre Estado, partido,
líder y cuerpos intermedios como los sindicatos y otros, y en consecuencia
propensión a conductas autoritarias; movilización permanente de los grupos que
lo apoyan. El populismo reta las reglas de la democracia, sus procesos y a sus
canales de participación, porque en realidad impugna sus supuestos básicos.
La inclusión social, objetivo central
de nuestra época, no tiene caminos definidos. En los últimos años, nuestra
región ha sido testigo de intentos por distribuir la riqueza aceleradamente, al
margen de los mecanismos del mercado y en pro de objetivos políticos. Existen
partidos o presidentes que buscan permanecer indefinidamente en el poder sin
importar los costos que ello acarrea para el país, a su economía y a su
población. Elevada inflación, destrucción de la capacidad productiva y cerco al
sector privado son las consecuencias más comunes de esos brotes populistas. El
gasto público busca asegurar las lealtades políticas y/o militares y no la acumulación
de capacidades sociales. Se trata de una inclusión ficticia porque los pobres
no acumulan conocimiento ni habilidades suficientes para salir de la pobreza
por sí mismos. Por ello Su Santidad -el Papa- denunció el asistencialismo que
condena a los pobres a la dependencia permanente.
La Doctrina Social de la Iglesia y el
socialcristianismo postulan el principio de subsidiariedad mediante el cual el
Estado interviene en la medida que la sociedad y el mercado no son capaces de
satisfacer las necesidades de la población. Lo hace supletoriamente, es decir,
como una acción que complementa otra principal. Esto permite promover el sector
privado, fomentar la capacidad productiva de la economía, al tiempo que se
corrigen las fallas de mercado que surgen en el camino.
La Economía Social de Mercado es una
política con amplia aceptación no solo en Alemania sino también en Europa. Goza
del consenso en la Democracia Cristiana, en la Socialdemocracia, y en las otras
corrientes políticas. El tratado de la Unión Europea así lo establece en su
artículo tercero: “La Unión establecerá un mercado interior. Obrara en pro del
desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado
y en la estabilidad de los precios, en una economía social de mercado altamente
competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social, y en un nivel
elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente. Asimismo,
promoverá el progreso el progreso científico y técnico”. La Economía Social de
Mercado tiene también en nuestra región mucho espacio, aunque cada sociedad
puede y debe encontrar su camino al progreso y la solidaridad.
Flores Galindo dijo que las sociedades
andaban en búsqueda del inca perdido. Es decir, la tentación de imaginar que
siempre alguien, en mi nombre, puede conducir el proyecto político que la
ciudadanía como tal no conduce. Entonces, se podría decir que nuestra
democracia es una democracia débil, personificada, altamente personalista, de
caudillos, unos autoritarios y otros populistas, y de una ciudadanía que no
termina de armarse; y entonces el genuino sentido de la república, en tanto
cosa pública y nación, construida desde la ciudadanía, luce, aun en estas
democracias, tremendamente débil, enfatizó dicho historiador.
Bien ha señalado Lourdes Flores que en
este mundo posmoderno en que nuestro mensaje tiene tanta importancia quisiera
ver en la consolidación de este largo proceso democrático una democracia que se
reencuentre con tres valores. Un reencuentro personalista porque detrás de la forja
de los ciudadanos debe haber una razón primera. Un ser humano con valores, con
conciencia, con convicción. Segundo, una autentica economía social de mercado.
Es la vacuna contra el populismo. En una economía que cree en la persona
humana, en la competencia y que simultáneamente cree en el rol de un estado
fuerte. Y tercero, un reencuentro, en el buen sentido, con un nuevo
comunitarismo. No con el que se enfrentó ideológicamente América Latina y que
llevo a ser radicalistas e individualistas sino un nuevo comunitarismo
entendido como la comprensión de una América Latina plural, diferente,
tolerante. Que sea una verdadera respuesta no al relativismo, porque no hay
respuesta al autoritarismo, sino de una verdad concepción democrática que parte
de la diferencia como un elemento para unir.
Reflexión
Concluyo reproduciendo un párrafo del
discurso del doctor Luis Bedoya del 9 de noviembre de 1984, cuando candidato a
la Presidencia de la República, le dijo a la nación:
“Hacemos un llamado a todos los hombres
y mujeres del Perú que tienen estas convicciones para que rechacen el
oportunismo. Abandonen la pereza, agucen la inteligencia y fortalezcan la fe,
frente a los riesgos del continuismo (que es más de lo mismo) de las
ideológicas dogmáticas al servicio de potencias extranjeras y del totalitarismo
encubierto bajo los ropajes del candor y la improvisación. ¡Queremos hacer
patria con el esfuerzo y participación, permanentes y renovados, de todos los
peruanos!
El Perú tuvo el orgullo de contar con él,
favoreciéndose con su figura patriarcal de jurista y estadista que nos orientó
en nuestra vida republicana próxima al Bicentenario.
¡Descansa en paz, doctor Luis Bedoya
Reyes!
BIBLIOGRAFIA
Amiel Meza, Ricardo. (2002) La fe
social cristiana de Luis Bedoya Reyes: derrotero de un compromiso
doctrinario. Lima.
Bedoya Reyes, Luis. (2014) Luis Bedoya
Reyes: en la Biblioteca Nacional, en la Cámara de Comercio de Lima y dos
entrevistas. Editor: César A. Madrid Isla. Lima.
Bedoya Reyes, Luis. (2012). Luis Bedoya
Reyes: gradualidad en el cambio. Textos esenciales. Recopilación de Teodoro
Hampe M.
Bedoya Reyes, Luis. (1981) Poderes
seleccionados: privilegios. Instituto Libertad y Democracia.
Forsyth, Harold. (2016). La palabra del
Tucán: conversaciones con Luis Bedoya Reyes. Editorial Planeta, Lima.
* Abogado, jurista y
diplomático. Graduado de la PUCP como Bachiller en Humanidades y Licenciado en
Derecho de la UNMSM, así como Licenciado en RR.II. de la Academia Diplomática
del Perú. Postgrados de las Universidades de Oxford, John Hopkins y Comité
Jurídico Interamericano de la OEA. Magíster en Gestión Pública por la
Universidad Tecnológica del Perú (UTP). Premio Nacional de Cultura
1968.Presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional (SPDI).
Profesor e Investigador en CENTRUM Católica Graduate Business School.
Secretario General de la Presidencia de la República; Embajador en Canadá,
Bolivia, Tailandia, Vietnam, Laos y Ecuador; Director de la Academia
Diplomática; Subsecretario de las Américas de la Cancillería; Secretario de
Política Exterior; Vice Ministro y Secretario General de Relaciones Exteriores;
y, Canciller de la República. Asimismo, fue Representante de la OEA en México.
Gonzalo Fernández Montagne, 20 de marzo de 2021
ResponderBorrarAntes que nada deseo expresar mi sentimiento de pesar por el fallecimiento del doctor Luis Bedoya Reyes, ilustre representante del lado decente de la política en nuestro país, que se une al que ha expresado mi querido amigo y co-miembro del Grupo Basadre, Oscar Maurtua, distinguido presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional, al que acompaña una reseña de lo que representó en vida quien fuera fundador del Partido Demócrata Cristiano, junto con Héctor Cornejo Chávez, Ernesto Alayza Grundy, Mario Polar Ugarteche, y otras personalidades.
Felicito a Oscar por el artículo, muy ilustrativo de lo mucho de bueno que hizo a nuestro país contar con la participación del doctor Bedoya en la vida política, como congresista, alcalde de Lima y candidato a la presidencia de la República. Sin embargo, teniendo en cuenta los postulados del social cristianismo respecto del valor de la democracia, del bien común y del rol del Estado, que sirvieron de guía al Dr. Bedoya durante su vida pública, y la circunstancia en la que le tocó partir, me siento en la obligación de referirme a lo manifestado en el artículo acerca de que, la inclusión social como objetivo central de nuestra época no tiene caminos definidos por causa del populismo, lo que, así expresado -en forma generíca-, no precisa el contenido real del que hemos padecido y aún padecemos en el Perú; uno que ha venido siendo aplicado por personajes políticos impuestos y sostenidos por un poder fáctico, esto es, no formal, no elegido por los ciudadanos, pero existente y conformado por aquellos que -o son parte de, o representan a-, instituciones o grupos con la mayor capacidad económica, y que, por esta razón, cuentan y han contado desde el inicio de la República con el poder y la capacidad suficientes como para entrometerse en el campo de la política, fuera de los causes democráticos, y lograr que las decisiones políticas se adecúen a sus intereses.
Y es en esta realidad que no se cumple lo que también se manifiesta en este artículo acerca de que “en los últimos años, nuestra región ha sido testigo de intentos por distribuir la riqueza aceleradamente, al margen de los mecanismos del mercado”, cuando lo que ha ocurrido es todo lo contrario. Ha sido la noción impuesta desde los gobiernos de turno desde la época de Fujimori y por algunas instituciones, que es precisamente el mercado el que puede lograrlo, la causa de que hayamos padecido de un Estado ausente e incapaz de cumplir el rol de preservar el bien común en la República, que le es inherente. Política que, de otro lado, lo ha llenado de incapaces y corruptos y nos ha conducido a que dicha distribución de la riqueza no se haya producido. De allí también, la notable “falta de acumulación de capacidades sociales” y de políticas públicas dirigidas al bien común que se atribuye del mismo modo al populismo.
A lo anterior debemos añadir que es esto lo que ha impedido lograr en años pasados las tan necesarias reformas de los poderes judicial, legislativo y ejecutivo, y la introducción de un sistema de participación democrática de los ciudadanos en las decisiones que los afectan, relacionado con una mejor y más apropiada organización de los partidos políticos. Realidad dentro de la que se inscribe la corrupción que hemos padecido y que aún nos aqueja, que a su vez ha contribuido a la perpetuación de este sistema político perverso. De continuar con vida y participando de la política, estoy seguro de que el Dr. Bedoya hubiera seguido prestando atención a esta realidad y continuado en su esfuerzo por cambiarla con sabiduría y eficacia.