Columnas mundiales de la SPDI: "La Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. y sus implicancias para el Perú"

 La Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. y sus implicancias para el Perú

Embajador Jorge Castañeda

La Estrategia de Seguridad Nacional actual de Estados Unidos tiene como objetivo principal recuperar su liderazgo mundial. Para ello, se centra en dos grandes rivales: contener a Rusia como amenaza inmediata y competir estratégicamente con China a largo plazo. La estrategia propone un reordenamiento de sus prioridades, intereses y alianzas en cada región del mundo para hacer viable este enfoque.

En el caso del hemisferio occidental (léase continente americano), se afirma sin ambages que:

"Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar su preeminencia en el hemisferio y proteger a su patria y su acceso a geografías clave de toda la región".

Dicha doctrina, reforzada por la política de "Estados Unidos Primero" (America First) de Donald Trump, visualiza al continente como un área de exclusiva hegemonía estadounidense.

Para su implementación establece que

“El Consejo de Seguridad Nacional iniciará inmediatamente un sólido proceso interinstitucional para encargar a las agencias, apoyadas por el brazo analítico de nuestra Comunidad de Inteligencia, identificar puntos estratégicos y recursos en el hemisferio occidental con vistas a su protección y desarrollo conjunto con socios regionales”

Precisa que:

“los términos de nuestras alianzas, y los términos sobre los que proporcionamos cualquier tipo de ayuda, deben depender de reducir la influencia externa adversaria—desde el control de instalaciones militares, puertos e infraestructuras clave hasta la compra de activos estratégicos en un sentido amplio”.

Implicancias para el Perú

Para el Perú, un país de territorio y desarrollo mediano en el continente, con una estabilidad democrática relativa asediada por crisis políticas internas y amenazas transnacionales, la estrategia estadounidense no es un documento lejano. Su implementación tendrá efectos tangibles, presentando una mezcla de implicancias positivas y riesgos considerables.

Obviamente el resultado final de su aplicación no será determinado únicamente por Washington sino también por la capacidad peruana de negociar con una agenda propia y clara, convirtiendo la política exterior en una herramienta clave para atender dicho desafío. El hecho que el Peru cuente con un Servicio Diplomático profesional de alto rendimiento permite abrigar la expectativa de poder sortear con éxito dichos riesgos.

  1.      Implicancias Positivas para el Perú

Seguridad Nacional

El relacionamiento en seguridad podría ofrecer oportunidades concretas en el refuerzo de capacidades en defensa y orden interno. Una mayor cooperación en inteligencia, equipamiento y entrenamiento podría modernizar protocolos, adoptar tecnologías avanzadas y desarrollar habilidades especializadas para las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Esta colaboración podría servir para enfrentar amenazas complejas de manera más efectiva, como el crimen organizado y el narcotráfico, optimizando los recursos nacionales.

Ámbito económico 

Desde una perspectiva realista, es crucial reconocer que las oportunidades de inversión y comercio derivadas de un entorno de cooperación en seguridad con los Estados Unidos no son automáticas ni están garantizadas por la sola voluntad política del Gobierno estadounidense. En el plano económico, esta cooperación actúa solo como un facilitador potencial para mejorar las condiciones para la toma de decisiones por parte de su sector privado de los Estados Unidos, el verdadero motor de la inversión extranjera directa.  Bajo este paraguas, áreas como energía y recursos naturales (especialmente transición energética), tecnología y servicios digitales, agroindustria y logística podrían ver un interés renovado del capital estadounidense, sujeto siempre a análisis de rentabilidad y clima de negocios.

Cooperación regional

La cooperación en seguridad regional es una necesidad imperante frente a amenazas transnacionales: crimen organizado, el narcotráfico, la minería ilegal, el tráfico de personas y sus flujos financieros ilícitos— que son problemas que ningún país puede contenerlos únicamente dentro de sus fronteras.

Los esfuerzos coordinados con Estados Unidos y, de manera crucial, con los países vecinos, requiere la creación de una arquitectura de seguridad interoperable. Esto trasciende las declaraciones conjuntas y se materializa en mecanismos concretos, por ejemplo: la inteligencia financiera para rastrear capitales, la homologación de protocolos de control fronterizo, la coordinación operativa para intervenciones simultáneas en corredores logísticos del crimen y la creación de unidades de investigación mixtas con fiscales y policías de distintos países. El objetivo no es solo desarticular una organización puntual, sino degradar la capacidad operativa del ecosistema criminal en toda la región Para el Perú, esto representa una oportunidad para fortalecer su soberanía efectiva en zonas de baja presencia estatal.

Proyección internacional

Desde una perspectiva realista y pragmática, el beneficio concreto para el Perú en su proyección internacional de una alianza estratégica en seguridad con Estados Unidos debe evaluarse frente a la alternativa de un multi- alineamiento activo.

El principal beneficio radicaría que una alianza con Washington podría otorgar al Perú un mayor poder de negociación y un canal privilegiado en instancias donde la posición estadounidense es determinante, como en organismos financieros internacionales, en procesos de adhesión a grupos como la OCDE, o en la definición de la agenda de seguridad hemisférica.

Sin embargo, el multi- alineamiento —es decir, la diversificación de relaciones con China, la Unión Europea, las potencias regionales y los bloques del Asia-Pacífico— ofrece un conjunto de beneficios distintos y potencialmente complementarios dado que maximiza las opciones económicas del país, permitiéndole negociar mejores términos comerciales y de inversión al no depender de un solo mercado. Además, amplía sus márgenes de maniobra política en foros multilaterales, facultando la construcción de  alianzas flexibles y caso por caso, según nuestros intereses concretos y sin la presión de una alineación automática.

En un contexto geopolítico fragmentado, esta diversificación actúa también como un mecanismo de mitigación de riesgos, evitando que el Perú quede excesivamente vulnerable a los vaivenes de una sola potencia.

La posición pragmáticamente óptima para el Perú no implica elegir entre una u otra vía de forma excluyente. El verdadero beneficio estratégico se materializa cuando el país sea capaz de integrar ambos enfoques de manera inteligente y soberana y presentarse ante otros potenciales socios no desde una posición de necesidad, sino de fortaleza, como un interlocutor estable, conectado y con alternativas. Así, negociaría con China desde una plataforma de mayor autonomía, y acudiría a los foros hemisféricos con la legitimidad de un actor que gestiona una red diversa de relaciones globales.

En conclusión, el posicionamiento internacional más efectivo y realista no se lograra siendo un aliado incondicional, sino siendo reconocido como un socio estratégico predecible, serio y con una diplomacia sofisticada, que sabe maximizar las oportunidades de cooperación con todos los actores relevantes, sin caer en contradicciones que comprometan nuestra soberanía. Este equilibrio, aunque complejo de ejecutar, genera resultados más sostenibles y resilientes, asegurando que la proyección internacional del Perú se traduzca en beneficios concretos para su desarrollo y seguridad.

  1.              Implicancias negativas y riesgos

Las implicancias negativas y riesgos concretos que acompañarían a una alianza de seguridad profundizada con Estados Unidos requieren ser evaluada con visión pragmática, realista y a largo plazo, dado que estas no son meros supuestos teóricos, sino desafíos probables que exigen gestión activa para salvaguardar el interés nacional.

Soberanía y Autonomía

Un riesgo primordial es la erosión de la soberanía y autonomía y el surgimiento de una dependencia estratégica con los Estados Unidos. La cooperación intensiva en inteligencia y equipamiento puede generar, con el tiempo, una asimetría tecnológica y operativa tal que limite la autonomía de decisión del Perú. Esto podría traducirse en una presión constante para alinear la política exterior y de seguridad con los objetivos de Washington, incluso cuando estos no coincidan plenamente con las prioridades peruanas, bajo el riesgo tácito o explícito de perder apoyo crítico o enfrentar represalias en otros ámbitos.

Esta dinámica conlleva un segundo peligro: el predominio de la seguridad en toda la agenda bilateral. El enfoque abrumador en la lucha contra las drogas y el crimen organizado puede hacer que otros pilares de la relación —como la cooperación técnica en ciencia, la transferencia tecnológica para la transición energética, la educación o la cultura— queden relegados a un segundo plano o sean condicionados a los avances en materia de seguridad, empobreciendo el vínculo y desaprovechando oportunidades de desarrollo integral.

En el ámbito externo, se podría generar para Perú una fricción con otros socios estratégicos, en especial con China. Dada la rivalidad sistémica entre Washington y Beijing, una alianza de seguridad conspicua con Estados Unidos puede ser interpretada por China como una toma de partido. El riesgo de retaliaciones económicas —como la desaceleración de inversiones, la diversificación de importaciones de materias primas o trabas burocráticas para productos peruanos— es real y podría impactar severamente la principal relación comercial del Perú, sin que Estados Unidos esté en capacidad o voluntad de compensar esas pérdidas en el corto plazo.

Operativamente, existe un enfoque desbalanceado impuesto por las prioridades estadounidenses. La agenda de seguridad de Estados Unidos. para la región ha estado históricamente dominada por la interdicción de drogas y el control territorial. Esto puede llevar a que la cooperación descuide o sub financie componentes esenciales para una solución de raíz, como el desarrollo alternativo integral, la prevención del delito, la salud pública para el tratamiento de adicciones y el fortalecimiento de la justicia local, perpetuando así un enfoque reactivo y militarizado.

Internamente, los costos políticos y sociales pueden ser significativos. Una cooperación de seguridad muy visible puede alimentar la percepción pública de injerencia extranjera, minando la legitimidad del gobierno, el cual podría ser acusado de responder más a mandatos de Washington que a las demandas ciudadanas. Peor aún, si las capacidades reforzadas se perciben como instrumentos para reprimir protestas sociales legítimas o para garantizar la operación de proyectos extractivos controversiales, se generará un profundo malestar social. Esto no solo deslegitimaría la cooperación, sino que puede exacerbar la conflictividad, creando un círculo vicioso donde se demande más seguridad para contener el descontento que la propia alianza ayuda a generar.

Margen de Acción frente a la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos:

Para evitar que la cooperación se convierta en una extensión de las prioridades geopolíticas de Estados Unidos, el Perú necesita definir y ejecutar una "Estrategia Nacional de Seguridad" propia, clara y con visión de largo plazo. El margen de acción exige una diplomacia hábil, voluntad política firme y la ejecución de acciones concretas, entre otras.

  1. Comunicar formalmente a Washington que la alianza en seguridad es específica y no constituye una alineación política general, y que mantener la relación con China es un imperativo económico nacional.

  2. Condicionar y entrelazar la cooperación en seguridad con programas robustos en áreas complementarias, como desarrollo alternativo sostenible y transferencia de tecnología ambiental.

  3. Rechazar modelos estandarizados y exigir que los programas sean diseñados conjuntamente y adaptados a la complejidad social del territorio peruano.

  4. Fiscalización por parte del Congreso y la Sociedad Civil que todos los acuerdos de cooperación garantizan que se ajustan al marco legal e interés nacional.

  5. Medir el éxito de la cooperación por su capacidad de transferir conocimiento y construir instituciones peruanas autosuficientes, reduciendo la necesidad de apoyo externo a largo plazo.

  6. Articular posiciones comunes con países vecinos frente a amenazas compartidas, para fortalecer el poder de negociación frente a Washington.

  7. Explicar a la ciudadanía los beneficios en términos concretos y tangibles, para ganar legitimidad social y una base sólida para una política de seguridad soberana.

Conclusión:

La relación con Estados Unidos en materia de seguridad presenta al Perú una ecuación compleja, pero ineludible. Ignorar la estrategia del principal proveedor de cooperación en el hemisferio sería una irresponsabilidad; subordinarse a ella de manera pasiva constituiría una renuncia a la soberanía.

El camino realista se encuentra en la capacidad de negociar con identidad propia y propósito estratégico. En este proceso, el rol del servicio diplomático peruano es decisivo para ejercer una diplomacia técnica, informada y proactiva. La meta final debe ser convertir esta relación asimétrica en una herramienta al servicio de los objetivos de desarrollo nacional y seguridad ciudadana.

El mayor riesgo no es la estrategia de EE. UU., sino la ausencia de una estrategia peruana coherente para interactuar con ella. La coyuntura actual es una oportunidad crítica para que el Perú defina sus intereses nacionales de largo plazo y despliegue una diplomacia robusta capaz de convertir sus vínculos globales en un pilar para la autonomía, la estabilidad y la prosperidad del país. La soberanía se defiende con una estrategia inteligente y una ejecución diplomática impecable.


* La SPDI deja constancia que las opiniones vertidas en la presente columna reflejan solo el punto de vista de la persona autora y son exclusivamente atribuibles a ella.